Madrid.- Los clubes de Cannabis, asociaciones sin ánimo de lucro integradas por personas adultas consumidoras de cannabis, son un invento español exportado a otros países, cuya actividad está a merced del policía o juez de turno al carecer de una regulación legal.
Los clubes de Cannabis, asociaciones sin ánimo de lucro integradas por personas adultas consumidoras de cannabis, son un invento español exportado a otros países, cuya actividad está a merced del policía o juez de turno al carecer de una regulación legal.
A pesar de que el consumo y el cultivo privado de cannabis está despenalizado en España, las asociaciones cannábicas se encuentran en el limbo por falta de un marco legal.
El debate sobre la legalización de esta droga se ha reabierto recientemente tras anunciar el País Vasco su intención de regular su consumo, cultivo y venta, una propuesta que fue inmediatamente matizada.
La portavoz del Gobierno vasco, Idoia Mendia, reconoció que el Ejecutivo autonómico no es competente en esta materia y explicó que la regulación planteada solo afectaba a los clubes de consumo.
El pasado jueves, el Parlamento vasco dio el primer paso en esta dirección al firmar todos los grupos parlamentarios una proposición no de ley para la creación de una ponencia que estudiará la regulación de los Clubes Sociales de Cannabis.
Ninguna otra comunidad se ha planteado llevar a cabo alguna iniciativa similar, ni tiene entre sus prioridades una regulación en esos términos.
No obstante, la repercusión mediática de la propuesta vasca ha vuelto a sacar a la luz a las asociaciones de cannabis, que fueron pioneras en el País Vasco y que en estos momentos proliferan por toda España, donde se contabilizan más de doscientas.
Son clubes exclusivos a los que se accede mediante la invitación de un socio y están totalmente cerrados a los menores de edad. Algunos, incluso, exigen tener más de 21 años para pertenecer a ellos.
Entre sus objetivos está el de cultivar cannabis para sus socios en circuito cerrado. Aunque pueden tener también otros fines como la investigación, la divulgación o promover cambios legislativos en torno al cannabis.
“Son una especie de cooperativas donde todos los usuarios son socios”, ha explicado a Efe Martín Barriuso, presidente dela Federación de Asociaciones Cannábicas (FAC), una entidad que agrupa a casi una cuarentena de estas asociaciones
“El consumo privado es legal en España, el problema es que no está regulado”, se lamenta Barriuso, quien explica que los clubes pueden funcionar “en base a que el consumo está despenalizado y a sentencias judiciales que han ido desarrollando una doctrina en torno al consumo compartido”.
La falta de regulación, según el presidente de FAC, “provoca situaciones bastante absurdas, como que la policía intervenga una y otra vez a una asociación para que luego el juez archive el caso”.
Acabar con esta situación y evitar actuaciones policiales y judiciales “innecesarias” es lo que pretende el País Vasco, ha asegurado Barriuso, quien cree que el debate ha sido confuso.
Cuando se le pregunta sobre si entre los objetivos dela Federación está la legalización de la venta de cannabis, Barriuso responde con otra pregunta: ¿”Qué es la legalización?”.
“Nosotros estamos en contra del modelo holandés de Cofee Shop, en contra de que se creen circuitos comerciales de carácter lucrativo para el cannabis, y defendemos un modelo en el que cualquier consumidor pueda producir por sí mismo o pueda delegar esa actividad en una sociedad sin ánimo de lucro, en la que no haya reparto de beneficios y la gestión sea democrática”.
Insiste en que el objetivo de los clubes es que nadie haga negocio con el cannabis como ocurre con el tabaco.
En ese caso, se correría el riesgo de se deteriorase la calidad del producto o se ocultase información sobre sus riesgos.
Además, el ciudadano no tendría derecho a controlar el proceso de producción y se convertiría en un consumidor “enganchado a un producto con el que están comerciando a su costa”.
Mediante las asociaciones cannábicas se crea un circuito cerrado fuera del alcance de los adolescentes.
Desde la FAC se defiende que el consumo se limite a los adultos y ven “con preocupación” el consumo adolescente que se da en España, que les parece “inaceptable”.
“En las asociaciones informamos de los riesgos, pero como personas adultas que somos asumimos esos riesgos al igual que cuando cogemos un coche o utilizamos una motosierra”, afirma tajante Barriuso.
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