Es licenciado en kinesiología y fisiatría recibido en la Universidad Nacional de San Martín y miembro de la Asociación Rosarina de Estudios Culturales (AREC).
Su tesis de grado, "Cannabinoides y síntomas neurológicos: ¿La pieza faltante en la farmacología clínica?" lo convirtió en una de las primeras voces científicas de la Argentina que se animó a hablar del rol que juega esta sustancia en el sistema nervioso.
Por: Ramiro Barreiro Ascolani investigó el Sistema Cannabinoide Endógeno (SCE).
"Es una nueva vía para el tratamiento de la espasticidad y el dolor crónico, comunes a patologías de alta prevalencia", asegura. -¿En qué estado se encuentra la discusión acerca del uso de la marihuana como medicina en la Argentina? -En Argentina es muy incipiente esta discusión, y esto no es casual. Si nos remitimos a la ley de drogas vigente, prohíbe incluso hablar de sus efectos terapéuticos. Los dispositivos en salud que acompañaron las leyes prohibicionistas permearon todo el estamento médico, sobre todo en las áreas farmacológicas y toxicológicas.
Hay intereses de todo tipo, políticos, económicos y referidos a una moral que representó siempre a los dueños del poder fáctico, contraria al uso de drogas psicoactivas. En representación de AREC llevamos el tema del uso terapéutico a la primera audiencia pública sobre la nueva ley de drogas que hubo con las comisiones de Prevención del Narcotráfico y Derechos Humanos del Congreso Nacional. Hay muchos médicos que están informados, han estudiado el tema, y lo recomiendan a sus pacientes, pero el gran problema es que no existe una forma farmacéutica accesible para los pacientes. Al ser ilegal es una medicina accesible a pocos, y carece del estandarizado y control de calidad que debe tener cualquier hierba de grado medicinal o extracto. Y por otro lado, los inconvenientes generales: la forma de administración y la psicoactividad, el principal efecto adverso.
Desde AREC sostenemos que es violatorio de este derecho humano y anticonstitucional castigar a los pacientes que se benefician con el uso de cannabinoides. Y pensamos que desde la academia también debemos vigilar que las políticas que se apliquen sean razonables, efectivas y busquen el bien común y respeten los Derechos Humanos. -¿Cuáles son los avances en materia de investigación acerca de los efectos de la marihuana? -El principal descubrimiento es que existe un sistema de comunicación entre células en nuestro organismo, basado en moléculas con acciones similares a la planta. La función de este sistema es la de recuperar el equilibrio ante el estrés, la lesión, u otros desequilibrios. Pero todo esto es muy nuevo. Hay que ubicarse también en el estado del conocimiento farmacológico actual. A partir de los '90, a pesar de la prohibición y porque el hecho saltaba a la vista, se descubrió que existían receptores específicos para la marihuana y sustancias endógenas similares, es decir, el cuerpo fabricaba su propia marihuana.
Hoy, gracias al descubrimiento del sistema cannabinoide endógeno, sabemos que el paracetamol es una pro droga cannabimimética, es decir, no es activa en sí misma sino que lo que produce la analgesia es un metabolito que, por un lado emula a un cannabinoide endógeno en determinado tipo de receptor, y por otro lado impide la recaptación de los endocannabinoides, y mediante esos dos mecanismos aumenta la actividad del sistema cannabinoide y se produce analgesia. Pero, lamentablemente, se realiza muy poca investigación clínica porque ningún laboratorio está interesado en invertir en moléculas no patentables como el THC y CBD. Por eso es de suma importancia que el gobierno argentino articule a través de su Ministerio de Salud la investigación en universidades públicas, porque es el único ámbito donde estas medicinas pueden desarrollarse. Creo que los medicamentos a base de cannabinoides tienen que volver a ser lo que eran antes de su prohibición: medicamentos de uso común, económicos y accesibles. -¿Qué otros tratamientos pueden realizarse con marihuana? -En el tratamiento del cáncer debe investigarse, porque está bien desarrollado en estudios preclínicos e incluso uno en pacientes, el uso de cannabinoides como antineoplásico. Los cannabinoides destruyen células cancerígenas por medio de mecanismos específicos, mientras que protegen de la lesión a las sanas. Hay casos anecdóticos de personas que dicen haberse curado de cánceres serios después de un par de meses de consumo de dosis altas de resina de cannabis. Me parece, en el caso del cáncer, que uno de los usos que deberían investigarse prontamente es el externo. Al evitarse la ingestión y la absorción sistémica, evitamos la psicoactividad que es su principal efecto adverso, u otros que pudieran surgir a altas dosis y por acumulación.
El uso en neurología es otro promisorio; al contrario de lo que la gente cree, los cannabinoides son neuroprotectores potentes, funcionan como secuestradores de radicales libres, a la vez modulan la liberación de glutamato (un neurotransmisor que puede ser tóxico en exceso) y las cascadas de calcio, modulando la liberación de mediadores inflamatorios y la síntesis de deshechos celulares. Hay gente que postula que el consumo de cannabis podría prevenir diferentes enfermedades neurodegenerativas, el Alzheimer por ejemplo. -¿Cómo debería dosificarse la sustancia para pacientes? -En relación a estas cuestiones, si bien todavía no es un método aceptado, fumar el cannabis por medio de cigarrillos, a diferencia del tabaco, no aumenta la posibilidad de contraer cáncer de pulmón. Hay estudios muy serios sobre esto, y para la sorpresa de buena parte de la comunidad científica ¡disminuye la incidencia de cáncer escamoso de cabeza y cuello! Es decir, fumar marihuana es protectivo contra ese tipo de cáncer. Tampoco produce enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) como el tabaco. La variedad de efectos fisiológicos y psicoactivos del cannabis hace que esté contraindicado a pacientes con historia personal de enfermedad mental, hepatitis C o enfermedad cardíaca grave; la administración fumada en pacientes con EPOC. Y debería evitarse el uso en poblaciones especiales como adolescentes, ancianos, pacientes con historia familiar de enfermedad mental, epilepsia, enfermedad cardíaca, y uso concomitante de sedativos e hipnóticos. Otra vía de administración interesante es el spray orofaríngeo. De momento, lo más lógico es que el Estado produzca marihuana de grado medicinal y extractos estandarizados a través de su Ministerio de Salud y que sea dispensada por medio de efectores públicos, aunque también debería expenderse en farmacias, comunes o especializadas, para que sean accesibles a pacientes con cáncer, VIH o con problemas neurológicos y aliviar sus síntomas.
Pablo Ascolani (autor)
fuente tiempo argentino
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